Un hombre muy, muy deprimido después de haber
perdido su séptimo trabajo en el cual, igual que en los seis
anteriores, solo había durado dos meses caminaba por la calle pensando
que volvía a estar parado y recordaba como, después de su tercer
despido, su mujer le había abandonado llevándose a sus tres hijos.
Afortunadamente ese día no llovía y podría dormir un poco mejor en la
pensión de mala muerte en la que vivía rodeado de yanquis, perdón
yonquis, ratas, putas y cucarachas.
De camino a la pensión pasó por uno de los puentes que cruzan el
Manzanares y mientras contemplaba las fetidas aguas que corrían bajo el
puente decidió que lo mejor que podía hacer era suicidarse así que se
subió a lo alto de la barandilla y se preparó para saltar. De repente
oyó una vocecilla que le decía:
- No, no saltes por favor¡¡¡¡¡
Se detuvo inmediatamente, miró a su alrededor y como no vió a nadie
pensó que a lo mejor su conciencia le pedía que no lo hiciera.
Ignorándolo se dispusó nuevamente a saltar y de nuevo escuchó:
- No, no saltes o me aplastarás¡¡¡¡¡¡¡¡¡
Entonces bajó su vista y justo debajo suya vió la rana más grande que había visto nunca.
- Co**, una rana que habla, que raro.
- Por favor no te tires - dijo la rana - o me aplastarás.
- ¡Y a mi que me importa! - replicó el hombre - quiero suicidarme.
- Antes de suicidarte hazme un favor. Resulta que me he convertido en
rana por portarme mal en una vida anterior y lo único que me permitirá
volver a mi anterior forma es que alguien me de por cu**.
- ¿Y estas pensando que te voy a dar por cu** yo? ¡Y una mierda!, quitate que me tiro.
- ¿Que más te da si te vas a suicidar!, no se lo voy a contar a nadie y haces una buena acción antes de morir.
El pobre hombre se lo pensó un poco y decidió ayudar a la rana. Así que
la cojió, se la llevó a un servicio y empezó a darla por cu**. De
repente la rana se convirtió en una chica que comenzó a gritar como una
loca...
...Y esa es la defensa de mi acusado señoría.