Rashida Noche 4 Escena 2

Te encuentras en tu piso, descansando sobre el sofá con toda la documentación dispersa sobre la mesa del salón. Has pasado algo más de una hora revisando el material, pero no has encontrado nada concluyente. Albaranes, sellos aduaneros, pagos de impuestos, transferencias bancarias, atestados policiales... Pero nada. Tan solo la lista de objetos te parece realmente útil, y tampoco demasiado. No sabes el verdadero movil del robo, si es una cuestión monetaria y los ladrones piensan vender las obras, o se trata de competencia entre coleccionistas y fue un trabajo por encagro.

Tampoco tienes del todo claro el modo en que se efectuó el robo. Por mucho que los empleados de seguridad pudieran estar implicados a modo de autores o cómplices, los sellos de franqueo se mantuvieron intactos...

Ding-dong...

La puerta. Nunca recibes vistas, por lo que te sorprende oir ese sonido. Te acercas a la entrada con suspicacia, y miras através de la mirilla. Un hombre joven, de no más de veinticinco años, delgado y con el pelo rubio escrupulosamente peinado, espera sonriente con su traje gris y su camisa de seda medio abierta.

Abres, aún desconfiada pero curiosa.

• ¿Señorita Urbi Elnaga? Permítame que me presente, me llamo Julián. Encantado de conocerla. Me han pedido que le entregue esta invitación.
  

El hombre saca de un bolsillo interior de su americana una tarjeta bastante más grande que una simple tarjeta de presentación. Te la tiende y ves que se trata de un club privado que se encuentra en la localidad de Santurtzi, saliendo del pueblo en dirección a Ziérbana. Por la estética de la tarjeta, juraías que se trata de un prostíbulo, aunque te abstienes de comentarlo por lo cometer un error y ofender.

• Mi señora estaría encantada de poder disfrutar de su compañía esta noche... y hablar.
  

El tal Julián pierde repentinamente su sonrisa al escuchar tus preguntas. La sustituye un gsto serio, casi despectivo, que se va tornando en fría indiferencia mientas lanza un ligero suspiro. Sin embargo, te da la sensación de que, más que un suspiro, el tipo parece estar tratando de recuperar una calma que había perdido por instantes.

• Ya le he dicho lo que se. Tengo que entregarle la invitación y nada más. Acudir o no es cosa suya. Aunque yo iría, mi "jefa" no suele enviar invitaciones de este tipo muy a menudo, y hoy ya ha mandado dos. Debe ser algo importante.
  

Julián te mira indiferente, observando tu reacción. Finalmente se encoge de hombros.

• Oiga, si va a venir yo mismo puedo llevarla, o guiarla hasta el lugar si no sabe donde está. Si no, no me haga perder más el tiempo, digamelo y ya está. No me han ordenado llevarla a rastras ¿Sabe?
  

Por algun razón, teda la impresión de que lo habría intentado si hubiera recibido instrucciones al respecto. Tu experiencia en el sector de la seguridad te dice que no se trata de un simple matón de puticlub.