Enrique Noche 1 Escena 1

Desciendes del tren con cierta pesadez en tu cuerpo. El viaje desde Madrid ha sido más largo de lo que esperabas, especialmente sentado en una butaca todo el camino. Te hubiera gustado haber viajado en litera, pero desgraciadamente no quedaban plazas y no querías esperar. Tenías prisa por llegar a tierras bilbaínas.

Bilbao es bastante diferente a Madrid, aunque encuentras ciertos paralelismos en su arquitectura con algunas partes clásicas de la capital. Sin embargo, más parece una versión en miniatura de tu ciudad de origen, tanto en dimensiones como en la altura de los edificios. Además, desde cada punto pareces tener la posibilidad de ver a lo lejos algún monte cercano a la ciudad, y ese sentimiento de naturaleza te agrada.

Con tu maleta bajo el brazo, sales al andén, esquivando a la gente que se agolpa por salir. Sin embargo, te sientes incómodo. Te detienes en la antigua estación de trenes y giras sobre tus talones para echar un vistazo alrededor. No tardas en darte cuenta de que dos personas te están mirando desde el otro extremo de la estación, donde se encuentra la salida.

Uno de ellos mantiene un porte elegante y distinguido, pero poco orgulloso -de orgullo los tuyos sabéis bastante-, más bien servicial. Es un hombre aparentemente de avanzada edad, con un traje caro pero sin excesos, entrado en canas y arrugas, que te observa con la barbilla levantada.


El otro hombre es bastante más joven, también elegantemente vestido con un traje caro y dirías que ostentoso, repeinado en exceso y con la oreja pegada a un móvil de última generación mientras te observa sin disimulo alguno.


Los dos hombres te están observado, pero no se acercan a tí. El hombre mayor parece querer permanecer en un segundo plano, mientras el otro te matiene la mirada y te hace un gesto con la ceja que no logras descifrar.

Tomas asiento en una de las mesas de la cafetería de la estación, junto a la ventana. Puedes ver el puente que lleva al Ayuntamiento de la villa y el famoso Teatro Arriaga, todo un emblema en la ciudad. Una fría llovizna hace que el ambiente se torne gris y desapacible, pero las gentes continúan de un lado para otro, ignorando el tiempo y sus inclemencias. Están acostumbrados, pues en esta zona de pais la lluvia es el pan de cada día.

Un camarero se te acerca con una sonrisa y te pregunta que quieres tomar. Un cafe con leche y un pincho de tortilla que, según te informa, está recién hecha, parecen la opción acertada.

• Para mi un capuccino.
  

Quién pide de esta manera es el hombre que habías visto anteriormente, el elegante y ostentoso joven, quien toma asiento frente a tí sin siquiera pedir permiso. A su espalda ves, en pie, al otro hombre, con aspecto sereno pero en el que descubres ciertas dosis de nerviosismo, especialmente a juzgar por las constantes miradas que lanza a vuestro alrededor.

• Espero que disculpe nuestros modales, pero no hemos dispuesto de tiempo para preparar un recibimiento más adecuado. Las circunstancias para los nuestros en esta ciudad son... especiales.
  

Sus modos son en exceso educados, como si le salieran de manera sistemática, como si en ello consistiera su trabajo. Pero te llama más la atención la expresión "los nuestros".

• Nos hemos enterado de su llegada esta misma mañana, espero que comprenda las dificultades que supone para nosotros... -El desconocido te observa como si se diera cuenta solo con ver tu rostro de que no estás entendiendo nada- ...existiendo un tratado entre la Nación Garou y la comunidad vampira de Bilbao.
  

No das crédito a lo que oyes ¿Un tratado? ¿Un acuerdo? ¿Entre los Garous y los vampiros? Observas de nuevo al otro hombre, que ya no te parece tan servil. Te observa con cierto desdén, aunque sin lograr borrar un atisbo de miedo en su mirada. De repente tienes la sensación de que no trabaja para el hombre que tienes delante, precisamente.

• No debe preocuparse de mi acompañante -te dice al percatarse de tus miradas- él solo es un testigo de nuestro encuentro, un siervo que asegure a los suyos que todo se ha llevado a cabo con la debida corrección.
  
• Mi nombre es Alonso Gonzalez, entre los nuestros conocido como "Amo del Cristal", y he sido enviado para llevarte ante nuestros líderes del Clan de la Estrella de Norte, en el Túmulo de Begoña.
  

El camarero llega con los cafés y tu pincho, generando unos instantes de tenso silencio.

• Bueno... -comienza a responder Alonso mientras sabrea el primer trago el capuccino.
  

No dejas de observar cómo controla con la mirada al camarero mientras se aleja. De hecho, tienes la sensación de que, bajo su aparente calma y despreocupación, el hombre que tienes delante está mucho más alerta a lo que os rodea de lo que parece.

• Con el tiempo comprobarás que el Clan cuenta con una amplia red de información, que recorre media España y parte de Francia, Reino Unido y Portugal. No es que nuestro poder e influencia alcancen tanto, por supuesto, pero mantenemos contacto regular con la mayoría de los Túmulos importantes. No por vanidad ni ambición, sino por mera necesidad. Las... peculiaridades de esta región, nos obligan a tener cierto control sobre los miembros de la Nación que puedan decidir mudarse o visitar nuestras tierras. Las consecuencias de sus acciones las pagaríamos todos.
  

Te das cuenta, por el extraño brillo en su mirada, que sus últmas palabras están expresamente dedicadas a tí. No habla de las acciones de una hipotética visita, habla de TUS acciones. Una advertencia demasiado sutil, para lo que estás acostumbrado. Parece que este tipo se desenvuelve bien en sociedad.

De repente sientes algo extraño. Antes incluso de que Alonso se percate, notas cómo se revuelve su acompañate en su sitio, con la mirada fija en una de las ventanas de la estación. El tipo mantiene una expresión que conoces bien: el miedo.

• ¿Tratas de meterle en la cabeza esas fantasías de paz con nuestro enemigo, Alonso?
  

El hombe que habla aparece tras el enviado e los vampiros, sobresaltándole y haciendo que se aparte de su camino de un respingo. Alonso mantiene la compostura, sin girarse a reconocer a su interlocutor, pero sientes la tensión en su cuerpo. El desconocido es un hombre alto, con el pelo corto pelirrojo y una inteesante barba de dos días en un rostro anguloso de nariz aguileña, frente pronunciada y mirada de halcón. Sus ropas son elegantes, pero llevadas con el desparpajo de quien renuncia con facilidad a la etiqueta fomal.


El desconocido se acerca a vuestra mesa lanzándole una mirada asesina a vuestro "testigo", quien trata de buscar el valor para no recular demasiados pasos de su posición actual. El tipo se sitúa a vuestro lado, en pie, manteniendo una actitud de firme arrogancia. Una actitud que has visto demasiadas veces, especialmente a miembros de tu Tribu.

• ¿Qué haces aquí, Antonio? No tienes permiso para entrar en la ciudad.
  
  

Sientes cómo Alonso se esfuerza, con bastante éxito por cierto, en mantener la compostura. En cambio, el tal Antonio le ignora despectivamente, clavando su mirada en tí. Sientes cómo su inspección te recorre de arriba a abajo, y nuevamente arriba.

• No tienes galones para decirme lo que puedo o no hacer, hijo bastardo de la Tejedora. He venido a buscar al chico. Debe estar con los suyos, no se si recuerdas lo que es eso...
  
• No puedes obligarle a unirse a una manada renegada, Antonio...
  
• ¡¡"Sangre bajo la Lluvia" para tí, "Amo del Cristal"!! -Ves cómo pierde el control momentáneamente, golpeando la mesa con la palma de la mano con escasa fuerza, pero volcando las tazas de café- No me hagas perder la paciencia, el chico se viene conmigo.
  
• Supongo que su pinión contará ¿no? ¿O acaso te lo llevarás por la fuerza?
  

La última observación de Alonso deja perpléjo a Antonio, llenando de fuego su mirada. Sin embargo, no tarda en clavarla en tí, espectante. Ves que Alonso hace lo mismo. Parece que tendrás que tomar una decisión en este mismo instante...

Tu jocoso comentario acerca de la factura del tinte parece enfurecer ligeramente a Antonio, aunque sientes el esfuerzo extremo que efectúa por contenerse. Eso te hace gracia, porque te permite vislumbrar la cierta necesidad que tiene de llevarte con él. Algo te dice que, en otras circunstancias, un comentario asi hubiera sido el comienzo de una pelea. Alonso, en cambio, da un nuevo sorbo a su taza de capuccino mientras disimula una risita. Parece que a él tu comentario le ha despertado el buen humor.

Sin embargo, tus pesquisas acerca de la información de tu llegada hacen que Alonso pierda su sonrisa y permanezca unos instantes con la mirada perdida. Pensando en algo, algo serio. Antonio se ve sorprendido por tu interrogatorio, quedando un instante con cara de bobalicón. No se te pierde el modo en que mira de reojo a Alonso, ni cómo éste comienza a mostrar un extraño gesto de preocupación.

• Bueno... -Antonio trata de desviar el tema- de todos modos su "Tratado de la Luna Roja" no te permitirá estar dentro de la ciudad salvo en la zona que ellos controlan. No creas que tendrás via libre por formar parte de este clan de traidores a Gaia. Ahota decide, ¿vienes con los tuyos o te unes a los traidores?
  
  

Tu mente comienza a correr, a tratar de averiguar el modo en quese ha enterado este Garou de tu llegada. Alonso se justificó en una red de contactos con los Túmulos más importantes del pais, de modo qe mediant puentes lunares podrían tener contactos con el Túmulo madrileño y quizás haberse enterado a través de tu padre... Pero ¿Como se ha logrado enterar una manada renegada? Ahora mismo solo se te ocurren dos explicaciones: o bien la manada ha logrado encontrar y abrir un Túmulo propio, creando una red de información similar; o cuentan con un "topo" en el Clan con el que rivalizan.

Y la dura mirada que de pronto ves en cara de Alonso te hace pensar que ha llegado a similares conclusiones.

• Muchacho... -Antonio te mira con el rostro descompuesto, una furia apenas bajo control. Su piel se torna rojiza por el esfuerzo y sus dientes crepitan entre ellos- ...no sabes lo que estás haciendo.
  

• ¿Enrique? -Alonso, en cambio, mantiene un porte de lo más tranquilo. Casi asegurarías que está acostumbrado a ese tipo de situaciones. Es una expresión neutra, con una media sonrisa a la que se le nota la práctica. Casi lo calificarías de... profesonal- Cuando quieras.
  

Alonso te invita a seguirle fuera de la estación, ignorando completamente a Antonio. Es un acto de tremendo valor o de estupidez suprema, una provocación con mayúsculas. Sin embargo, algo hace que Antonio aparte la mirada de vosotros y se marche a grandes zancadas hacia otra de las salidas de la estación, evidentemente malhumorado.

Al salir, seguidos desde no demasiado lejos por el servidor de los chupasangres, os está esperando un taxi en la orilla de la carretera, junto a la salida de la estación. Es zona de aparcamiento prohibido, por eso el taxista mantiene las luces intermitentes de emergencias puestas y mira constantemente por la ventanilla temiendo la llegada de la policía y una posible multa.

Alonso abre la puerta trasera del taxi y se gira hacia la entrada de la estación. El emisario parece querer permanecer allí, de modo que Alonso se despide de él con un lacónico gesto de mano. Educado. Pero no amistoso. Solo cordial.

• Espero que Antonio no te haya hecho pasar un mal rato. Él es así. No siempre lo fue, hace años era el segundo al mando de los Garous vizcaínos, la mano derecha de nuestro líder "Plata en los Colmillos". Desgraciadamente, la cosa se torció, y ahora lidera a una manada renegada, un Clan sin Túmulo.