Ivan Noche 4 Escena 2 (casa-torre de Salazar)

La plaza es realmente silenciosa, una vez el sol deja de iluminarla dejando tales labores a las farolas dispersas. El enclave es espectacular, no puedes dejar de reconocerlo, una plaza alrededor de la que se sitúan la basílica -que te parece ahora mucho más grande que cuando te colaste en ella para dormir- un antiguo colegio de educación primaria regentado por monjas y la parte alta de una de las calles del casco antiguo del pueblo, siendo todo lo demás un inmenso mirador desde el que puede verse la parte baja del pueblo de Portugalete, la ría del Nervión, el famoso Puente Colgante y una inmensa panorámica de la Márgen Derecha. La grandiosidad del paisaje nocturno, inmenso cielo a nivel de suelo de estrellas amarillas que dibujan el mundo a su alrededor, hace que sientas lo pequeño que eres en comparacion con lo que te rodea.

Y en medio de la plaza, el pequeño torreón. El cura, durante la tensa comida en que no llegaste a sentirte cómodo en ningún momento, acompañado por dos sacerdotes a los que no conoces ni quieres conocer, te comentó que era la Casa-Torre de Salazar, una antigua torre de defensa de la época de los banderizos, y que hacía pocos años había sido remodelada para albergar un museo y un restaurante. Es el museo lo que te atañe, pero agradeces que el restaurante esté cerrado, ya que estaría el lugar demasiado concurrido.

En lugar de eso, te encuentras solo en la plaza, apoyado en la pared del museo a algunos metros de la puerta de entrada. Comienzas a aburrirte, y a desconfiar de que realmente vayan a abrirte las puertas y dejarte andar a tus anchas por el edificio. Hace un rato que un pajarraco te sacó de tus ensoñaciones, dándote un susto de muerte al posarse en el suelo justo frente a tí con un graznido que te hizo dar un respingo y voltar tu corazón. Crees que era un cuervo, aunque no estás seguro, porque tal como llegó se fue.

Clinc

El sonido viene de la puerta del museo. La ves entreabierta. Parec que el cura ha cumplido su palabra.

Te acercas a la puerta del muse con cuidado, casi aguantando la respiración y con el corazón en un puño. Asomas la vista al interior y tratas de acostumbrarte a la penumbra reinante. Parece que se trata de un simple vestíbulo, con una mesa de recepción y una taquilla, además de dos entradas. Una, a la izquierda, parece llevar al restaurante; la otra, a la derecha, al museo.

Optas por seguir el camino de museo. Buscas cuadros, al fin y al cabo. Penetras a través de la puerta en una amplia sala donde se exponen artefactos rudimentarios en urnas de cristal. Al fijarte un poco, te parece que son armas antiguas: hachas, lanzas, y otras que ni siquiera reconoces. Parecen mucho más antiguas que las típicas medievales que has visto en las películas, aunque bien conservadas. Ves un pequeño folleto sbre una mesa, y lo tomas por curiosidad. Parece que es una exposicón de armas africanas. Curioso. Pero inútil para lo que estás buscando.

Al fondo de la sala ves dos puertas, una que da a unas escaleras que suben y otra a unas que bajan. De repente, te fijas en lo alto de la pared. Ves una cámara de videovigilancia. Pero no está enfocada hacia la sala, sino hacia el techo, en una postura un tanto extraña. ¿Por qué? Y ahora que lo piensas... ¿Donde está el guardia que te ha dejado entrar?